Por Dr. Rubén Visconti*
Días pasados se encontraron en la Plaza del Sol, Madrid, dos viejos
compañeros de la escuela primaria, uno de ellos un pobrecillo sin laburo que se
la rebusca con un loro adivinador y el actual primer ministro, o sea el gallego
Rajoy, como solemos designar a todos los españoles en la Argentina. Un español
para nosotros es un gallego y un gallego es un español y no hay tu tía que nos convenza
de lo contrario. Y dialogaron, reconociéndose como amigos de viejas andanzas, a
pesar que el ministro pretendió
ignorarlo haciéndose el burro que, como veremos a continuación, no le ocasionó
ningún esfuerzo en particular. Y así fue
el diálogo: